19 septiembre 2006

02 TETRIS


Nuevamente bajo el sol derritepiedras, y debido a causas netamente promundanas, vi pasar un féretro floreado camino al cementerio. De inmediato sentí balazos silbarme en la oreja, me agaché porsiacaso, desde el suelo seguí mirando el cortejo festivox, pensé en cometer yo mismo el asesinato pendiente, cosa que hice al llegar al cubículo: tomé la foto de papel que me maldice los otros papeles, la puse en una tapita de lata, la prendí con un fósforo, cuidé que no botara cenizas afuera, esperé que se extinguiera, llené un pequeño vaso de vino y le puse las cenizas. Lo bebí calmo pero de un solo sorbo. A los 3 minutos ya había mandado al infierno a ese tumor delicioso que no era para mí. Sentí como la muerte retomaba un nuevo color y un nuevo cuerpo. Ahora la veía volar fuera de mí, hacia cualquier lugar que no me corresponda.

De todos modos, nunca tengo nada que perder, pues ya lo hube dado todo.

Al desplazarse esos pedacitos de papel calcinado por la boca y la garganta hacia el corazón, se convierten en pequeñas gilletes que cercenan de cuajo y desde el cuello a los parásitos con forma de nube salada. Sin darme cuenta, ya estaba concentrado en otro tipo de malos entendidos.

Sabías que era un poema preconcebido con la muerte, sabías que sólo metiendo las manos en el volcán te servirían para lo que siempre soñaste, eso lo sabías, y de todas formas pateaste la caparazón, luego te pusiste tus zapatos de seda y cantaste a todos tu poema ingrato.

Ningún reparo necesitó la barquita abandonada. En ella pusiste tu acuario circular con un único pez azulado. También tiraste adentro tu arco y flecha que te dieron las medallas de celofán. Luego de un rechinar de dientes y de varios aleteos de brazos en el aire al estilo papagayo, tiraste la cuerda del ancla dejándola a ésta en la barquita. Le sonreíste al pececillo, le diste un chorrito de vino y comenzaste tu cacería de estrellas. ¿Quién será el desafortunado o malograda que, meses después, vea y recoja de la arena tu cuerpo putrefacto y relleno de huevos de sirena?.

El cuadro que muestra un cadáver ha convencido a cuanta mosca se pasea por la pieza. Todas le han saboreado las piernas y algunas ya han puesto huevos en su mano derecha.

Lo que siempre ocurre: por dejar los ejercicios aleatorios sólo como aleatorios, se pierde la puntería, el pulso, la agudeza del oído, la templanza del tacto.. es por eso tan necesaria la Disciplina, esa señora de formas delicadas pero que exhala ajíes por los ojos, y que luego de someterte te regala de sus más alargados besos intergalácticos.

x Aún con tapones en los oídos, sentiste las balas. Te agachaste para cubrirte y amarrarte la zapatilla. Rodaste como un chanchito de tierra, luego ya cantabas arriba de un semáforo. Te dejaste caer sobre la siguiente pompa que pasó. Ahora, aunque parezcas estar presente, no lo estás, lo delata tu color plateado dentro de los ojos.