05 noviembre 2005

Desplumando gallina para hacer cazuela


En nuestro país, Chile, actualmente se encuentra una muy fuerte demanda por profesores de “trastornos del lenguaje” a la vez que en una justa proporción existe otra fuerte demanda de profesores de idiomas, específicamente de “inglés”, ¿qué ocurre?; si leemos esta ecuación considerando a ambas ramas del mismo árbol (llamado comunicación), se predice y confirma una falencia en éste, ya sea fisiológica o sintomática -tal vez la necesidad de un placebo-. Es la comunicación una necesidad sustancial entonces, la que como un ser viviente se desplaza buscando más lugares por conocer y acaparar. Pero en esta invalidez comunicacional encontramos también dos bandos en un mismo ejército: por uno estarían los que no alcanzan a empatizar con el lenguaje común (por ≠ motivos, obviemos aquí lo fisiológico), en su mayoría niños que no comprenden la instauración forzada de este mecanismo parlante; por el otro están ya los que dominando los anteriores códigos, ahora necesitan abarcar otro espacio, otro mecanismo útil para expandir (sus) las barreras del (de su) conocimiento, pues la comunicación = conocimiento. Ahora, algunos dicen que la obsesión por el conocimiento es síntoma inequívoco de un ego exacerbado, signo irrefutable de un ególatra por excelencia que sólo tiene abstracciones y concreciones para sí mismo... ni siquiera el profesor necesita enseñar todo lo que sabe, pero ahora eso no me interesa demasiado. Yo entiendo que tanto la comunicación como el conocimiento son propios de alguien que ama profundamente a los demás. No entendería entonces por que malgastar tiempo en aprender -y aprehender- cosas que en realidad no sirven para nada (por su abstracción) y que más bien provienen ciertamente de actos reales y concretos (de ahí su comprobabilidad científica/empírica/pedante). Juan Luis Martínez lo dice mucho mejor y quitadito de bulla: Al hablar del infinito el hombre siempre queda inmovilizado. Pero a esta pequeña cueca todavía le queda otra pata, referente a lo dicho por Nietzsche y que sólo quiero suscribir (como tantos otros que portan la estrella metálica del caos molestando detrás del corazón ☻). El conocimiento es hija putativa de la ciencia, específicamente de su espermio el método, y en la ciencia se puede apreciar con poco esfuerzo, cierta falsa intención encubierta, que al quitarle el mantel de la mesa nos dice que tiene un terror absoluto a la vida, no se atreve a encararla tal como se viene al mundo sino que se acoraza con certidumbres, pues la duda, lo desconocido, lo que no está alumbrado (no-luz, a-lumno) le causa un miedo capaz de descalabrarle mandíbulas y uñas. Nietzsche ve aquí claramente los dos equipos: por un lado familiarizando al cristiano con el científico (?) y por el otro deja en la cancha al artista. La primera alianza es muy extraña, pues el primero apela a certidumbres morales (abstractas) mientras el otro a certidumbres totalmente tangibles y terrestres. Se entiende esta alianza sólo en el hecho de que no aceptan la realidad tal cual es y la deben maquillar a su gusto... pero... eso es justamente lo que hace el artista!!, entonces... empieza otra pata de cueca, esta vez con un solo de arpa de introducción.
¿Qué hace el artista? ¿qué debe hacer el artista? ¿no será esta guerra sólo una falsa invención en provecho de los mismos de siempre que lucran con esto?. El lucro no es monetario por cierto (lucro/lujo, lacra!). A mi parecer el artista no necesita ninguna certidumbre pues su rol es justamente el del que encuentra nuevas preguntas donde no las había (no recuerdo quién dijo eso), y éstas, aún sin tener respuestas reales, lo satisfacen, despiertan el gozo y se convierte por momentos en un danzarín horrible y bello a la vez que salta por jardines inimaginables, Federico le llama simplemente Dionisos. Pero la necesidad de certidumbres no lo diferencia irremediablemente del otro bando, pues allá también los hay astrólogos y cuánticos, que si bien se basan en números y teclas reales, no llegan a conocer (poseer) sus certidumbres, y se ríen en noches estrelladas brindando, pues en su interior saben algo que sólo ellos entienden y que está ocurriendo allá arriba. Hay entonces semejanzas hacia todos lados, la respuesta más rápida que tengo es que cada uno hace siempre lo que quiere: va en busca de su propia satisfacción (I can get!). Cada uno habita su propia galaxia (El Principito ya fue baleado) y no tiene la menor intención de comunicarla mucho menos de compartirla. Y de aquí justamente surge un motivo mayor de alegría y tal vez lo único común que tenemos: el hecho de saber/reconocer que todos somos totalmente ≠ y diferenciables. No habría ninguna gracia ni motivos para estar acá si todos fuésemos iguales incluso levemente parecidos. No habrían desafíos, sería todo de una monótona textura de árbol en llamas pero de color apagado. El amor es el mejor intento por conocer (poseer al otro, y aquí nadie puede ayudar, ni Fromm, ni Jah, ni Gandhi ni la Hermana Teresa). El orgasmo, físico y psíquico, nos delatará siempre en nuestra malvada individualidad. No sé a quien le pueda interesar esto, creo que al que le interese será porque no está a favor, y eso estaría bien por mi parte, porque sólo confirmaría la idea anterior. Y la maldad seguiría creciendo. Y la maldad es Bella, tal vez la más, pues se desplaza indolente y despectiva tomando todo lo que le gusta. Y eso es signo de libertad, y sólo en libertad se entiende la Belleza, y aquí hay otra cueca que no bailaré en este momento. Cedo mi pañuelo.