22 abril 2008

La Cuarta, 22 de abril 2008

Enfermo fallecerá ante público como obra de arte


Un artista alemán, Gregor Schneider, quien tiene en sus trabajos una interesante 'casa muerta' y un reconocimiento fúnebre en la bienal de Venecia 2001 entre otras chorradas, ahora va por una instalación, a mi parecer, con bastante descriterio y poco acierto. Baudrillard y otros tantos reconocen en la muerte la última instancia posible y real de singularidad, donde cada uno es realmente cada uno.. No creo pertinente que la muerte, más bien su espectáculo, deba ser expuesto en una instancia 'artística'. Si bien es cierto que no hay muchas ideas originales actualmente en el arte, tampoco se debería recurrir a la primera chorrada que se te cruce por la cabeza, más allá de que luzca como un mundo paralelo y extramoral (condición de la obra posmoderna respetable). Pienso que la muerte o cualquier experiencia personal es eso, personal. Si no respetamos esa delgada y delicada barrera entre arte y espíritu todo se va al carajo, se perpetúa como espectáculo con espectadores de mentira, pues las experiencias personales no se pueden transmitir, las almas son intransferibles (lo de que el arte=espíritu es válido sólo en la dialéctica personal, no es serio generalizar un 'síntoma' propio a todo el mundo). Lo de continuar faltando el respeto es anacrónico y desvirtúa la escala humana, la asimila al sistema de control que ya tenemos encima. El arte no debería seguir faltando el respeto a nadie. Ya hay millones de toneladas de papel, cemento, tela y pintura gastadas en ello.

Lo del alemán es similar a lo que hizo el artistoide asesino de perros hace un tiempo, no hay mayor diferencia. La diferencia no la hace el estatuto de animal v/s humano. Ambas acciones se tratan de un asesinato con todas sus letras, y eso tiene otras jurisdicciones, no las del arte. La eutanasia es otra cosa. Claro está que las instituciones ya no tienen las barreras tan altas como antaño (una galería puede ser una sala de hospital y viceversa), claro está que el aire corre por todas partes con la misma presencia, es democrático. Pero no porque no hayan barreras, significa que se pueda agredir una vez más al público, me parece que ya tenemos suficiente agresión alrededor. Una más, y de estas condiciones, creo que nace sin un sentido positivo, sólo viene a destruir lo que va quedando (tal vez por eso lo de Schneider es coherente sólo con su propio trabajo que habla un poco de eso, onanista el muchacho). Este tipo de acto pertenece a otra época, a los '60, cuando la búsqueda aún permitía estas licencias, y sobretodo cuando no era tan voraz como hoy el apetito capitalista. Este tipo de actos le siguen el juego al titeretero, alimenta las paranoias que son la gasolina de todo.

El morbo por las imágenes de la muerte creo (espero) que va(ya) en retroceso, pues cualquier 'ideal' que logra su objetivo totalitario luego sufre el retroceso, como una ola, un tsunami -de ahí que el capitalismo se cuide de dejar zonas en aparente desocupación, se preocupe de dejar la ventana abierta para que le roben los pasteles, total, puede hacer cuantos se le antojen-. Supongo, que esta obra sólo contribuirá a darle un tiro de gracia más a este tipo de imágenes. Somos lo que consumimos, y si seguimos consumiendo este tipo de cosas, pues esas cosas seremos. Círculo viciado. Se necesita un quiebre, mucho más humilde, y por lo mismo mucho más poderoso (pues se trastoca el cimiento mismo que es la axiología del lenguaje utilizado). El arte debe curar, como dice Jodorowsky. La verdadera revolución e innovación en el arte de ahora es hacer arte positivo, ya basta de lugubreces y paranoias, basta de fantasmas y zombies virulentos, si alguien quiere continuar masoquista, que lo siga, no es necesario hacer sufrir a nadie más.