Sí (dá!), me he hecho cargo de las risas de Satán, hemos intercambiado malos chistes y buenos tragos. He visto lunas de ceniza y gatos color rubí, fumado maldiciones doradas, acicalado con bisturí, rebotado en charcos de mermelada, hervido en malos versos, tirado por las escaleras, roto espejos en las manos y sabido de escarchas por la mañana.
Pero he tenido que cargar mi pistola y dispararme en la lengua, pues hablar de uno mismo es horroroso, y he tenido también que descargarla a destajo.. balas verdaderas a los corazones de mentira.
No es mi culpa que abunde el cartón por sobre la porcelana.
Tampoco que no sepa jugar en tableros urbanizados, soy escarabajo y no polilla, recolecto migajas de colores y simulacros de corazón, eructo palabras pesadas y suspiros de vapor, me aburro del reflejo y lo agarro a puntapiés.. y descanso en la nada hermosa, la hermosa materia que me adormece más de la cuenta..
La otra noche supe de donde provenía esta adicción, la otra noche una vez más apuñalé con una botella rota.
Me senté en una plaza buscando una nueva inspiración, que ojalá no tuviera una estrella por nariz, pasaron nueve tardes y no la encontré, entonces volví al vertedero que tengo por imaginación y comencé a reciclar mis desperdicios.
La lengua sangrante no me dice nada más.
PD: (lo siguiente me lo dijo una uña del pie)
“Decíme cuántas cosas puedes sostener en el aire aún pensando en pormenores como cuántas vidas le quedan a tu corazón.. o cuantas vueltas puedes dar sobre un árbol de magnesio. Por más que falten los culpables de algo, nadie recuerda ya ni ofensas ni deudas monetarias. Cualquier resquicio tecnológico es bueno para escabullirse, cualquier vacío espiritual acontecido es análogo a los agujeros de la mano por los que se escapa la sal del maní poco digerido. Me despedí dando de a 3 pasos a la vez, no supe lo que era mirar a los ojos, mucho menos sabía lo que era tener ojos. Bastaba con preguntar quién o quiénes eran los extraviados, y solitas se solucionaron las cosas. Mis botas permanecieron puestas; yo no estaba.
Aburrido fue corroborar que la mayor preocupación de los asistentes era ver de qué color eran los reversos de sus bolsillos.”